ABC: Más de 600 toledanos visitaron el fin de semana el convento de San Antonio en otra jornada solidaria

El donativo mínimo de cinco euros ha sido destinado íntegramente por los guías a esta comunidad religiosa, que tiene solo siete miembros, y vive como otros monasterios momentos difíciles por la pandemia

Por Valle Sanchéz

Más de 600 personas han pasado durante todo el fin de semana por el convento de San Antonio de Padua, en pleno barrio de Santo Tome, en unas nuevas jornadas solidarias organizadas por los guías oficiales de Toledo Felipe Ribeiro, Juan Ignacio Vázquez y Mariló de Ancos. Cumpliendo con el estricto protocolo que establecen las medidas contra el coronavirus en la ciudad, los guías, una vez más de forma altruista, han enseñado la iglesia del siglo XVII con su retablo barroco de nogal, el coro y parte de uno de los claustros, el de los naranjos, de estas históricas dependencias. El donativo mínimo de cinco euros ha sido destinado íntegramente por los guías a esta comunidad religiosa, que tiene solo siete miembros y, como otros conventos, vive difíciles momentos por culpa de la pandemia. Y, una vez más, los toledanos se han volcado con sus comunidades religiosas y, este ocasión, con las siete monjas que viven en la actualidad este convento, que durante años fue muy popular en la ciudad por sus trabajos de costura. Hasta finales del siglo XX era habitual llevar a estas hermanas, a través del torno, prendas imposibles de coser y que solo ellas sabían recuperar. Ahora son famosos sus dulces y también otras delicias gastronómicas, como las empanadas.

 

Datos sobre la orden y el convento

La Orden de San Francisco, también llamada de los Frailes Menores por el espíritu de humildad de su fundador, quedó establecida por Honorio III en 1223. En Toledo hay 4 conventos de franciscanas: santa Clara la Real y Santa Isabel de los Reyes (clarisas de la segunda orden), San Antonio (terciarias regulares franciscanas), y el que fue Capuchinas de la Inmaculada. San Antonio de Padua, (realmente Fernando de Lisboa) fue un gran predicador, a quien se dice que el Niño Jesús le visitó siendo aún fraile en su habitación cuando estaba orando. Es el santo que ayuda a encontrar las cosas perdidas, pareja y ayuda a proteger a los hijos.

El convento toledano de San Antonio se creó a finales del siglo XV con María González de la Fuente, la fundadora. Su primera comunidad, formada por trece devotas, se instaló en las casas cedidas por sus tías, situadas frente al convento de dominicas Madre de Dios, en la plaza de San Ildefonso, siendo fundado por el cardenal Cisneros en 1514 quedando adscrito a la Tercera Orden Franciscana. Hasta que en 1525 comprarían las casas de Fernando de Ávalos. De beaterio, a convento de la tercera orden y en 1583 se convierten en verdaderas monjas de clausura. Fernando de Ávalos, «caballero y regidor de Toledo», fue un destacado comunero, que en 1521 fue condenado a muerte. Pero al huir a Portugal, sus bienes quedaron confiscados, entre esos bienes estaban sus casas principales de Toledo, que se pusieron en venta y fueron adjudicadas a estas religiosas. Aún guardan la carta ejecutoria del emperador Carlos V en la que se contemplan todos los detalles de la compra.

El pórtico de entrada al convento era la entrada al palacio. Y el núcleo fundamental del convento está integrado por esas construcciones del siglo XV, organizadas en torno al patio, hoy llamada el claustro de los Naranjos. Tras fundar el monasterio, se adquirieron en el siglo XVI varias casas contiguas para adaptarlo a las necesidades ya que para entonces eran 53 monjas. El convento tuvo muchos ingresos en el siglo XVI, cuando una abadesa recibió por herencia los beneficios del Oficio de Correo Mayor de Toledo y Venta de San Blas.

A comienzos del XVII se levantó la iglesia y el coro con su característica sillería de nogal, obras patrocinadas por la tía de la fundadora, quien firma el contrato de obras con Andrés García de Udías. Aunque también hay quien piensa que el proyecto de la iglesia se debe a Juan Bautista Monegro. Es una iglesia de una única nave con bóvedas de cañón con lunetos y el crucero cubierto con cúpula sobre pechinas. En los extremos del transepto se colocaron los enterramientos de la tía de la fundadora y su marido, en urnas rematadas en pirámides. Los retablos laterales del crucero, del siglo XVI, el de la izquierda es Santiago Apóstol, con San Juan Evangelista en la isla de Patmos en lo alto, y debajo la Última Cena; y el de la derecha San Francisco con la Visitación. La talla de San Francisco es posterior al retablo, ya que originalmente había otra de San Juan Bautista.

Retablo Mayor: sin oro, en relación a la austeridad y pobreza franciscana. Es madera muy recargada de detalles, protegida con aceites que en la actualidad se lo dan las mismas hermanas. Es un retablo barroco del siglo XVIII, con columnas salomónicas y abundante hojarasca, con las imágenes de San Antonio, Santa Isabel de Hungría y San Buenaventura. En el ático la Crucifixión, y la Inmaculada de la hornacina inferior que es más moderna. El retablo junto a la entrada de la iglesia es el dedicado a Santo Domingo de Guzmán y a Nuestra Señora del Rosario; en el ático Santo Tomás de Aquino. Al frente, un retablo restaurado en 1990, con la dolorosa, imagen antigua; y Santa Clara pintada en el ático.

A continuación, el retablo San Juan Bautista: parece ser el más antiguo, pero probablemente una obra rehecha, utilizando retablos distintos, por los estilos y la variedad de temática. Falta la escultura central del santo titular, que tras ser robada fue sustituida en época moderna por San José y el Niño. En los relieves mayores está la Visitación y el Bautismo de Cristo. La parte superior, de otro retablo, con la estigmatización de San Francisco de Asís, que puede ajustarse al retablo de San Juan puesto que ese era el nombre de pila de San Francisco. Y del siglo XIX el retablo cóncavo recubierto completamente de espejos. A la izquierda San Luis, rey de Francia (perteneció a la orden franciscana seglar), y a la derecha San Juan Bailón (franciscano siglo XVI). El Cristo de este retablo fue encontrado en un palomar. En los 40 y tantos, con el mal estado del convento y del coro, las monjas se colocaban tras la reja de la derecha y en la novena de San Antonio celebraban la misa aquí, colocando la imagen que está en el coro en el retablo y un altar delante de él.

Historia moderna

Desde final del siglo XVIII empiezan momentos duros. Durante la Guerra de la Independencia eran doce; al comienzo de la desamortización ya sólo diez, y ya que el Decreto de Disolución de las Órdenes Religiosas decía que los que tuvieran menos de 12 serían eliminados o deberían fusionarse con otros de la misma regla, se trasladaron al convento de Santa Isabel. Entonces los cuerpos de la fundadora y la venerable fueron llevados a la capilla de San Felipe Neri y después a Santa Isabel. Para el traslado de las religiosas el convento fue cercado por la Guardia Urbana de Infantería y Caballería y las hicieron entrar en tres carretas, y escoltadas fueron así llevadas hasta el convento de Santa Isabel, donde pasaron casi 37 años. En 1865 obtuvieron la devolución del convento, aunque por las obras que hubo que hacer y la escasez de dinero, no volvieron hasta 9 años después, el 18 de febrero; y cuando llegaron, ese día cenaron patatas fritas porque no tenían nada más. Por eso, todos los 18 de febrero, su cena consiste en un plato de patatas fritas. Entonces vuelve otro momento de crecimiento de religiosas, hasta la Guerra Civil.

Si en el siglo XIX, las monjas de San Antonio habían sido cobijadas en el de Santa Isabel, al llegar la Guerra Civil las de Santa Isabel fueron primero llevadas a la cárcel, y de ahí después traídas a este de San Antonio. Y al poco tiempo, todas fueron dispersas, hasta que en 1940 las siete supervivientes retornaron, primero en la Casa del Servicio Doméstico, desde donde iniciaron las labores de reconstrucción para entonces volver aquí. Y acogieron a las hermanas de San Juan de la Penitencia, por lo que la devoción a San Juan en este convento es todavía muy importante. De hecho, uno de los días más señalados por las hermanas es el 24 de junio, cuando degollaron a San Juan, y ese día la comida en el convento es pollo, costumbre que trajeron las monjas de San Juan de la Penitencia. En la próxima beatificación, 2 serán religiosas de este convento a las que mataron durante la Guerra Civil, que fueron a Madrid a casa de una sobrina, pero la portera las denunció.

Las monjas no utilizan el coro, si no los bancos en el presbiterio, quedando separadas del resto de los fieles. A ese espacio acuden por un pasillo lateral, no por el centro de la iglesia. El coro también se cubre con bóvedas de cañón y lunetos, y el suelo de ladrillo y azulejos sí es el original, aunque tiene algunas restauraciones. En el suelo también está el antiguo acceso a la cripta que hay bajo el coro. La sillería está formada por sesenta estalos con crestería de pirámides y vasos alternados. El retablo es el más moderno del convento, de estilo neogótico, ya de final del siglo XIX. Encima de las rejas, por la derecha está la imagen de San Francisco, y a la izquierda la de San Pedro de Alcántara. Y tras el retablo está el comulgatorio que utilizaban en los tiempos que venían al coro.

Los cuadros de la parte alta, de los siglos XVII son, según se accede al coro hasta la salida: Santo Tomás de Aquino, (el Grequito), San Agustín, (San Juan de Capistrano encima de la Virgen de la Encarnación, franciscano siglo XIV), San Jerónimo, San Ambrosio, San Gregorio y San Buenaventura. Hay una pequeña virgen del Carmen, por la cual hay mucha devoción en el convento, que tiene todo lo que la cubre que fue bordado aquí. Hay una casulla moderna realizada en este convento por Sor Anuncia, ya de 97 años; y al lado un terno del XVI como ejemplo de otras vestimentas que guardan. Uno de los respaldos de la sillería está abierto, siendo el acceso para que se pueda abrir y cerrar la ventana que está arriba. En la esquina lo que parece un Nacimiento, no es más que unas imágenes de un Calvario.

En los laterales hay dos hornacinas enmarcadas por composiciones barrocas de pintura mural con columnas salomónicas, con los restos de dos venerables. Una es la fundadora del convento, María González de la Fuente, y la otra la venerable Mariana de Jesús, famosa por su vida de penitencia en la Bastida. Sus cuerpos continúan en buen estado; pero lo que se deteriora es la ropa; por eso, cada cierto tiempo les cambian la ropa. La Virgen de la Encarnación es de talla de la cintura a los pies, y de vestir la parte alta, con brazos articulados y peluca. La virgen de la Encarnación lleva una cinta que se llevaba cuando alguna mujer quedaba embarazada y se la ataba a la cintura, y tras dar a luz la traía aquí; también para partos difíciles. Al fondo está el acceso al patio de los naranjos, si bien hay otro mayor, el del Cementerio, que no se ha podido visitar en estas ocasión. Este tiene los pilares ochavados, como los del Palacio de Fuensalida. Destaca los cubiertos del cardenal Cisneros, que fueron llevados aquí por la comunidad de San Juan de la Penitencia cuando perdieron aquel monasterio después de la Guerra Civil. La cuchara es de carey con el mango de coral y el tenedor de oro.

El 3 de septiembre celebran el bautizo de la Virgen Niña (en la esquina de la derecha) cuando empieza la novena, ya que el 12 de septiembre es el día del santo nombre de María; y ese día es cuando comen 5 postres, por las 5 llagas de San Francisco llagas que en esta ocasión se convierten en dulzura. Se conservan varios San Juanitos y Niños y la cabeza original del Cristo de la Vega, que fue salvada de cuando el resto del cuerpo fue quemado. En la otra vitrina, el Niño que está sentado es el de San Antonio, el que se coloca en la novena de San Antonio sustituyendo al que tiene ahora, siendo el único santo que procesiona en Toledo; el 13 de junio. Una vez un niño se puso enfermo y su madre que era muy devota de San Antonio le pidió que lo curara, pero el niño murió. Entonces el Niño de San Antonio desapareció, y la señora vivía con una sobrina a la que decía: «En esta habitación nunca entres». Pero la sobrina como es normal entró y se encontró al Niño de San Antonio rodeado de velas y cuando preguntó por qué lo hizo, la señora le respondió «para que San Antonio sepa lo que es estar sin el Niño».

Y el cuarto Niño, más pequeñito fue vendido tras la Guerra Civil y la familia que lo compró a un anticuario descubrió que venía de este convento, por lo que para que las monjas no tuvieran que vender más lo devolvieron y también les regalaron el cuadro de El Grequito (quizá de la escuela), que está al frente en la parte alta de la pared. Por eso en agradecimiento a esa familia, Don Ignacio y Doña Pilar, les celebran una misa cada mes. Y la urna de votos, que utilizaban para elegir a la superiora. Sólo la última elección no se ha utilizado. De los cálices destacan los entregados por el Cardenal Cisneros, siendo el último el cáliz fundacional, ya que Cisneros defendía las comunidades terciarias, que se dedicaban a hospitales o a la educación, y regalaba un cáliz a cada fundación.

La Comunidad regalaba a cada monja que profesaba un Niño, y luego esa monja le hacía el ajuar; por eso el Niño de la mesa con todas las ropas alrededor. Antes, en cada parte del convento se montaba un Belén en Navidad, y la superiora iba a ver todos los Belenes y llevaba a este Niño en brazos; ahora se hacen, pero en pocos sitios. La devoción de los Belenes es especialmente para esta orden tan importante porque la primera vez que se celebró uno fue en la Nochebuena de 1223 y fue montado por San Francisco de Asís con un buey y una mula reales y un niño de piedra que según la tradición cobró vida durante la misa.

(Información facilitada por Felipe Ribeiro)

 

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