Este fin de semana, del 7 al 9 de mayo, se volverá a celebrar una nueva visita solidaria en el monasterio de Santo Domingo el Antiguo, cuyas monjas abrirán sus puertas para celebrar una jornada de puertas abiertas.
De nuevo, gracias a siete guías de la Asociación Regional de Guías Oficiales de Castilla-La Mancha: Filipe Daniel Ribeiro, Mariló de Ancos, Juan Ignacio Vázquez, Laura García, Ricardo Gutiérrez, Ricardo Vara y Luis Miguel Maeso, los organizadores de estas jornadas de puertas abiertas, se podrá visitar por espacio de cincuenta minutos estas históricas dependencias por un donativo mínimo de cinco euros, que será destinado, como en anteriores ocasiones, íntegramente a esta comunidad religiosa, que viven una difícil situación por la pandemia.
Las visitas serán el viernes 7, de 16.00 a 20.00 horas y el sábado 8 y el domingo 9 de mayo de 10.00 a 20.00 horas. Las reservas se pueden hacer al teléfono 616892276 por llamada o Watsapp. Los pagos se pueden hacer también por Bizum.
Se trata de uno de los conventos con más historia de la ciudad y se podrá vivitar, además de la iglesia, el coro y el retrocoro, el Claustro de los Laureles y en la Sala Capitular, donde se observan elementos de ese estilo morisco o de Cisneros, y se hablará de detalles de la vida de esta comunidad compuesta en la actualidad por 4 indias y 4 españolas.
Según la información del guía Juan Ignacio Vázquez Lacunza, el momento de mayor esplendor de este monasterio fue en la segunda mitad del XVI con doña María de Silva y el deán de la catedral Don Diego de Castilla. «Ella era una dama portuguesa que llega a Castilla a los 13 años acompañando a Isabel de Portugal para su casamiento en Sevilla con Carlos V. Tras enviudar va a pasar el resto de sus días en este monasterio, y será tras su muerte cuando don Diego de Castilla llegará al acuerdo necesario para reedificar la iglesia con el objetivo de que sea lugar de entierro de doña María de Silva y también lo sería para él mismo y su hijo, Luis de Castilla. Precisamente va a ser don Luis de Castilla quien trae al Greco a Toledo para diseñar los retablos de esta iglesia y pintar las escenas que los ornamentarían. De todos ellos, únicamente tres son aún los originales: San Juan Bautista, San Juan Evangelista y La Resurrección de Cristo. Es una de las razones por las cuales esta iglesia debería ser más visitada por los visitantes que llegan a la ciudad: ver las primeras obras que El Greco pintó en España. Además, la cripta de la iglesia es el lugar donde fue enterrado el pintor cretense».
Vázquez Lacunza explica que «el coro es una de las más bellas estancias del monasterio. Predomina en él el estilo morisco, tanto en la solería como el artesonado similar al de la sala capitular, que lo data a mediados del siglo XVI. Conserva doce laudas sepulcrales, todas antiguas menos la de una abadesa muerta en 1967. Pero no todas son abadesas; en el lado del evangelio está en primer lugar doña Guiomar de Melo, dama de la corte de Carlos V y la emperatriz Isabel, y cuarta esposa de Felipe II; abandonó aquello para terminar sus últimos 29 años en este convento, y dejó en su testamento escrito que cuando muriera, se uniera al convento las que habían sido sus casas que había adquirido al lado».
Además, en el monasterio «hay altares muy interesantes, una imagen del santo titular siglo XIII, con mitra y báculo bendiciendo, que ha sido restaurada en los últimos tiempos. Y otra del siglo XVI que a su vez es un relicario con el lignum Crucis en el broche de la capa pluvial. La sillería es de gran sobriedad, destacando algo más la silla abacial con el escudo de los Guzmán y una hornacina con la Virgen y el Niño adorados por San Bernardo. Y el retablo mayor del coro, de estilo plateresco, presidido por la Asunción y el Calvario, con obras pictóricas y escultóricas, que fue dañado por el incendio que sufrió en 1558. Aunque las paredes están encaladas, debieron tener pinturas, con restos que se aprecian en la parte alta, reconociendo la fecha 1629 y las figuras de San Benito y San Bernardo entre otros elementos».
También se visitará el retrocoro, con una colección muy rica de relicarios y piezas de orfebrería, como la jaula de nogal y plata del XVI-XVII para la suelta de palomas en la fiesta de la Candelaria. O el mueble archivero del siglo XVIII, documentos como el testamento del rey Don Pedro I de Castilla o el contrato firmado por El Greco para la ejecución del retablo de la iglesia, el sepulcro con la figura yacente de Juan Alfonso de Ajofrín, muerto en la Batalla de Aljubarrota.