Las visitas solidarias a los conventos de Toledo se celebraron este fin de semana en el convento de Santo Domingo el Real. Han sido otras tres jornadas de gran éxito, con las plazas agotadas días antes de su celebración, dejando claro, una vez más, el interés de los toledanos por su patrimonio y, en especial, por los monasterios y sus moradoras, que viven momentos difíciles por la pandemia.
De nuevo, las visitas se pudieron realizar gracias al trabajo desinteresado de los guías turísticos oficiales de Toledo Filipe Daniel Ribeiro, Mariló de Ancos, Juan Ignacio Vázquez, Laura García, Ricardo Gutiérrez, Ricardo Vara y Luis Miguel Maeso, que han dedicado tres días intensos a enseñar este convento del siglo XIV. Todo lo recaudado fue a parar para esta congregación que la forman tan solo doce monjas en las actualidad.
Tras las Comendadoras de Santiago, San Pablo, San Antonio, San Clemente y las Concepcionistas, el convento de Santo Domingo el Real recibió el cariño de los visitantes con estas jornadas de puertas abiertas, celebradas, como siempre, con todas las medidas de seguridad para disfrutar de un recorrido impresionante: la cúpula pseudoelíptica: bóvedas; armaduras de par y nudillos: frescos; un retablo churrigeresco del siglo XVII; el Cristo Redentor; el coro con su sillería de nogal del XVI; el patio con espectaculares vistas al otro Toledo; dos grandes puertas del siglo XV con sus manillas originales; un Cristo de las Aguas, el órgano y también el «Sanchito», la momia de Sancho de Castillo, un niño con cabellos rubios y hábito de fraile dominico, que se dispuso en el coro para la ocasión. Se trata de un hijo de don Pedro e Isabel de Sandoval, que iba a ser el heredero. Su cuerpo apareció en 1913, al levantar unas laudas para enterrar a una priora, y de ahí fue trasladado a un lateral del coro. La tradición de que le habría ordenado matar Enrique II se truncó hace unos años cuando las pruebas realizadas no mostraron que hubiera sufrido ningún ataque, ni que hubiera sido envenenado, sino que sufrió una severa neumonía.
Según la información facilitada a ABC por el guía Juan Ignacio Vázquez, el convento se fundó en 1364, en las casas que para eso donó Inés García de Meneses. Aunque se puede considerar cofundadoras por sus importantes aportaciones a doña Inés de Ayala, doña Teresa de Ayala y doña María de Castilla, que fue hija del rey Pedro I de Castilla. Todas ellas enterradas bajo el sulo del coro. En ese tiempo vive Catalina de Lancaster en este convento y religiosas de alta alcurnia, lo que hizo que se le denominara «Real». En tiempo de doña Catalina de Castilla como priora, nieta de Don Pedro, es cuando estuvo en este convento durante casi treinta años, como pisadera, la que será fundadora de las Concepcionistas, Santa Beatriz de Silva.
«La iglesia es una modificación del siglo XVI, de planta irregular, al estar construida en torno a dos capillas funerarias, la de los Ribera o Malpica y la de los Silva y Guzmán. Está cubierta por una cúpula pseudoelíptica, decorada con pintura mural imitando cuarterones y los cuatro evangelistas en las pechinas. Es el primer ejemplo de cúpulas ovalada en Toledo y uno de los primeros en España. La capilla mayor está presidida por un retablo del siglo XVIII churrigueresco, de un solo cuerpo de tres calles separadas por columnas salomónicas decoradas con racimos de vid y hojas de parra y santos y beatos de la orden de los dominicos. Y el otro tesoro de esta iglesia es el Cristo Redentor que sale en procesión cada Miércoles Santo con su Hermandad», explica Vázquez.
El coro era la antigua iglesia, que fue construido donde hasta el siglo XIV había una calle. Tiene una serie muy interesante de retablos, como el de Santo Domingo de Guzmán, el de la Anunciación o el principal, conocido como el Medallón.
Las inscripciones del convento muestran su devoción. Tanto en la portada exterior como en uno de los accesos del coro a la clausura se lee en latín: «Realmente Dios está en este lugar», y en otro «Mi casa es casa de oración».